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jueves, 4 de septiembre de 2014

Un país que perdió la brujula


    El 28 de junio, Nicolás Maduro informó que al día siguiente anunciaría medidas trascendentales para enfrentar el estancamiento económico; se refirió a ellas como un "sacudón". Pero, en lugar del "sacudón" ofrecido, al día siguiente Maduro rectificó e indicó que los anuncios prometidos los haría el 15 de agosto, después de que el PSUV hubiese tenido oportunidad de estudiar, y aprobar, las propuestas en su III Congreso previsto para el 26-31 de julio.

    El III Congreso llegó y pasó, y tampoco se hizo anuncio alguno por parte de Maduro.

    Finalmente, el lunes 1º de septiembre, volvió a ofrecer anuncios para el día siguiente (martes 2). Pero, para el momento de escribir esta nota, todavía no se sabe que trae el "sacudón".

    Por un tiempo, la mayoría de los analistas creyó que el "sacudón" que había prometido Maduro incluiría la mayoría, si no todos, los ajustes que había propuesto el presidente de PDVSA/ministro de Petróleo/vicepresidente para el Área Económica, Rafael Ramírez, los que contemplaban, entre otras cosas, la unificación del tipo cambiario, un desmontaje gradual de los controles de precios y el aumento de los precios de la gasolina, además de medidas destinadas a estimular la inversión y la producción por parte del sector privado.

    Sin embargo, al pasar del tiempo se ha hecho cada vez más evidente que por los momentos no se aplicaría ninguno de los ajustes propuestos.

    La discusión interna en el gobierno sobre un posible aumento de la gasolina prácticamente murió. Igualmente, ya nadie habla de un tipo de cambio "unificado": ahora, a lo sumo, se habla de dos tipos de cambio.

    En lugar de ajustes, Maduro ha estado ofreciendo medidas absurdas tales como una "campaña" para controlar el contrabando de extracción cerrando la frontera de noche, una medida que provocó numerosos inconvenientes a los venezolanos que viven y trabajan en la zona fronteriza y, al mismo tiempo, ignoró por completo los problemas verdaderos como es la corrupción entre efectivos de la Guardia Nacional, oficiales de alto rango y funcionarios del gobierno.

    De la misma manera, anunció una campaña basada en el uso de máquinas captahuellas para reducir las colas en las cajas de los supermercados.

    La mayoría de los analistas consideró estos anuncios como un truco para ganar tiempo, mientras Maduro trataba de sortear los conflictos dentro del gobierno, los cuales, simple y llanamente, involucran a los llamados "ideólogos" de extrema izquierda (entre ellos, el vicepresidente Jorge Arreaza y Alejandro Fleming, presidente de Cencoex) y los "pragmáticos" (encabezados por Rafael Ramírez), además de uno o más grupos de militares.

    Tristemente, en las últimas semanas, todo indicaba que los "ideólogos" estaban ganando terreno mientras que marginaban a los "pragmáticos". Entre otras cosas, está el hecho de que Maduro viajó a Cuba a consultar con los hermanos Castro, dos veces en agosto. Además, la propuesta de Maduro de que se instalaran las captahuellas en los supermercados de todo el país fue interpretada por muchos como un primer paso para la aplicación a escala completa en Venezuela del racionamiento cubano. Otra señal que sugería hacia dónde soplaba el viento fue el hecho de que Ramírez canceló en dos oportunidades los viajes que tenía planeado hacer a EE.UU. para hablar con bancos de inversión acerca de la deuda.

    Otro indicio que pasó desapercibido fue la decisión tomada la semana pasada de transferir de Rafael Ramírez (Vicepresidente para el Área Económica) a Jorge Arreaza (Vicepresidente) la responsabilidad de Cencoex y todos los asuntos relacionados con licencias de importación, certificados de no producción y certificados de producción insuficiente, así como la responsabilidad de todas las importaciones del sector público. Así, de un plumazo, Ramírez dejó de ser el "más igual" en temas relacionados con la política económica.

    La incapacidad de Maduro de reaccionar a las propuestas en general sensatas de Ramírez fue igualada por la total incapacidad de la oposición democrática para presentar sus propias propuestas. En lugar de apoyar la propuesta del aumento de la gasolina, la MUD alegó que aprobaría la medida solamente si Maduro suspendía las ventas, bajo condiciones preferenciales, de petróleo a Cuba y a PetroCaribe. Obviamente, la MUD sabía que Maduro no quería, o no podría, reducir los envíos a Cuba en este momento. Si la MUD hubiese apoyado la medida sobre la base de que era necesaria y constructiva, tal vez Maduro habría tomado la decisión de aplicarla. 

    Pero esta no es la única falla del liderazgo de la MUD: la Mesa de la Unidad no tiene un programa. Nadie sabe cuál es su posición en relación con temas como precios, tipos de cambio, privatizaciones y política petrolera, ni cuáles son sus planes con respecto a las misiones, educación e infraestructura, por mencionar apenas algunas. Por el contrario, la MUD está dejando que los conflictos internos le quiten la relevancia en la escena nacional. Mientras Maduro se acerca cada vez más a Cuba, la MUD va sin rumbo hacia un desierto donde no pasa nada.

    En honor a la verdad, la mayoría de las organizaciones empresariales (por ejemplo, Fedecámaras, Conindustria) y algunas individualidades (Lorenzo Mendoza) están asumiendo posiciones y expresando su opinión públicamente acerca de estos temas. Pero, sin el apoyo de la oposición política, Maduro puede darse el lujo de ignorarlos, mientras que sigue asfixiándolos con el exceso de controles y la falta de incentivos.

    En pocas palabras, con sacudón o sin sacudón, Venezuela es un país a la deriva sin una idea real de cuál es su destino o de qué va a hacer cuando llegue allí.


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